El pasado 7 de octubre, un joven español agredió a una menor ecuatoriana en un tren de cercanías de Barcelona, pero no supimos de la noticia hasta el 22 de octubre, ¿qué había pasado entre una fecha y la otra? Bien, estábamos asistiendo a una escalada ascendente en los delitos cometidos por inmigrantes contra españoles, especialmente desde que Rumania y Bulgaria entraron en la Unión Europea y sus ciudadanos obtuvieron el derecho a circular libremente por su territorio. Esto ha provocado una entrada masiva de gitanos búlgaros y rumanos a España, y la consecuencia ha sido el aumento en el número de delitos. Una parte de estos ciudadanos se asentó en el poblado de la Cañada Real en Madrid, junto a miles de marroquíes, provocando los gravísimos altercados que pudimos ver hace unos días.
Todo esto estaba abriendo los ojos a millones de españoles sobre las “bondades” de la inmigración masiva, así que había que crear algún “incidente racista” para que los españoles volvieran otra vez a una actitud sumisa y dócil respecto a la inmigración. Rescataron unas imágenes del pasado 7 de octubre, donde un joven le daba una patada en el hombro y dos guantazos sin importancia a una joven ecuatoriana, y lo convirtieron en una “brutal agresión racista”. La acción es condenable, por supuesto, y el agresor tiene que pagar por ella, pero no es “brutal”, ni mucho menos. Una agresión es brutal cuando te rompen tres costillas y te envían al hospital. Además, el joven tenía antecedentes por robo y seguramente su víctima fue un español, así que la acusación de racismo es absurda.